De 0 a 100 en cuarenta y ocho horas
Cuarenta y ocho horas después del fuego, el ave fénix, KrönenVet, se elevó majestuosamente de sus cenizas y regresó a las calles con más fuerza que nunca.
Son las seis de la tarde de un día cualquiera. Terminás tu día de laburo y manejás hasta tu casa mientras cerrás los últimos pendientes de la tarde. Bajás del auto para finalmente cruzar la puerta, cansado, pero satisfecho. Te das una ducha, te ponés ropa cómoda, picás algo, te reencontrás con los tuyos.
Estás en tu casa después de un arduo y agradable día de trabajo. Todo parece estar en su lugar.
Entonces, alrededor de las nueve de la noche, suena el teléfono, ese que nunca deja de sonar. Debe ser un llamado más, algún familiar, colega o amigo que tiene ganas de charlar un rato. Pero no es así. La voz desesperada del otro lado lo cambia todo. En ese momento que atendés te sucede lo inesperado, lo que me sucedió a mí.
Escuchás atentamente y se te va quebrando la voz. Entrás en shock. Uno piensa que está preparado para todo hasta que se da cuenta que no. Ocurre lo que jamás pensaste que ocurriría. Tus pensamientos van y vienen agitados y empezás a temblar. No te imaginabas que te iba a tocar a vos. Volvés al auto, esta vez corriendo, sin mirar alrededor ni poder pensar en otra cosa, con las manos transpiradas. Conducís al borde de la ilegalidad. Tu corazón también acelera. Sin embargo, cada segundo es una eternidad.
El tiempo nunca pasó tan lento. Clavás el auto en el primer hueco que ves, pero tu cuerpo no reacciona, se queda inmóvil ante lo impensado.
Porque ahora no te lo contaron. Lo estás viendo con tus propios ojos: lenguas de fuego y de humo devoran tu proyecto de vida. Podés ver cómo se desvanecen, entre los hierros fundidos y un cielo oscuro, más de veinte años de esfuerzo. La realidad te devasta y sos testigo de una destrucción que no tenés forma de detener.
Las horas pasan al ritmo de cuatro dotaciones de bomberos que trabajan hasta el cansancio para evitar que el desastre sea aún mayor. Entre todo el humo, el olor nauseabundo, el calor intenso y las explosiones, empieza a aparecer tu equipo de trabajo. Nadie entiende lo que pasa, pero todos quieren ayudar. No dudan en ponerse guantes y barbijo para entrar en acción, no sólo para intentar salvar los restos, sino la esencia. El punto de partida de la reconstrucción.
Horas eternas después, con los equipos ya mudados a otro depósito, el personal esencial reubicado y la logística adapta transitoriamente, se activan las operaciones. Un esfuerzo monumental que hubiese sido imposible sin la colaboración desmedida de los miembros de cada una de las áreas, los proveedores, los laboratorios y todos los colegas de la industria.
Todo esto se constituye como un hito en la historia, representa una oportunidad para crecer y reafirmar el total compromiso. Porque cuarenta y ocho horas después del fuego, el ave fénix, KrönenVet, se elevó majestuosamente de sus cenizas y regresó a las calles con más fuerza que nunca.
FUENTE: KronenVet