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Días de cuarentena… No dejar para mañana lo que puede empezar hoy

Hace más de ocho meses, las personas y sus animales de compañía están obligados a permanecer en sus domicilios. Así, el encierro nos afectó a todos pero de manera diferente según las características de la especie y la vulnerabilidad y capacidad de resiliencia propias.

Dra. Silvia I. N. Vai*
M. V., Especialista en Etología Clínica y en Clínica Médica de Pequeños Animales
vaisilvia@yahoo.com.ar

El perro y el gato son animales de compañía diferentes entre sí y, en consecuencia, con distinta respuesta a las experiencias del acontecer diario; el perro pertenece a una especie social y el gato territorial.
A mediados de marzo, la cuarentena por Covid 19 cambió de repente nuestra vida y la de ellos, y aún en Argentina la política no termina de resolver cómo y cuándo se recuperará el estilo de vida previo a ella.
Hace más de ocho meses y sin aviso aparecieron un mundo nuevo y el miedo a una enfermedad desconocida, cambiaron las usanzas del hogar, las condiciones de trabajo y de recreación, y se obligó a las personas, y por ende a sus animales de compañía, a permanecer en sus domicilios. Así, el encierro afectó, afecta y afectará a todos, seres humanos y no humanos, pero de manera diferente según las características de la especie y la vulnerabilidad y capacidad de resiliencia propias.
Al gato le agradan la rutina y la tranquilidad, come pequeñas raciones varias veces por día, duerme más de 10 horas diarias, se acicala, recorre y vigila su espacio desde la altura… Pero su territorio, la casa, comenzó a estar las 24 horas del día invadido, sin horarios y lugares propios para realizar las actividades especie-específicas. Algunos no disfrutan el exceso de caricias y, aunque deben ser respetados, muchas veces debieron aceptarlas; otros temerosos a ruidos o situaciones extrañas se vieron inmersos en el bullicio generado por corridas, risas, gritos y juegos de los niños, y su inseguridad los llevó a permanecer varias horas diarias escondidos y sin atreverse a explorar, alimentarse o eliminar cuando lo necesitaban.

Grandes cambios

Antes de marzo, algunos se distanciaban del caos de la vida familiar recorriendo, patrullando y señalizando su área territorial, y así gastaban energía observando y explorando los alrededores, y cazando aves, roedores e insectos, pero sus salidas fueron interrumpidas bruscamente por temor a que actuaran como medio de transporte de esta enfermedad desconocida. En consecuencia, los cambios territoriales y sociales favorecieron, en aquellos vulnerables, la aparición de trastornos de ansiedad con la sintomatología propia, según el estadio y evolución de la enfermedad comportamental.
A diferencia del gato, el perro suele disfrutar estar acompañado siempre que se respeten sus momentos de descanso y que el mensaje que recibe, actividades y rutinas sean mantenidos sin muchos cambios. Los gritos de niños durante el juego entre ellos o con el perro, o los juegos de lucha con él, suelen aumentar la excitación y el juego brusco en aquel con dificultad de gestionar los estímulos del entorno físico y social y regular sus autocontroles, por lo tanto siempre, aunque más con el encierro, debe atenderse toda interacción del niño y el perro para prevenir lesiones; y al mismo tiempo enseñar al niño a relacionarse adecuadamente con él para evitar situaciones que favorezcan sus saltos, rasguños, mordidas… El contacto cercano con el propietario y sus concesiones favorecidas por el encierro, facilitaron en perros predispuestos la expresión de agresividad. En otros, más dependientes y que solían manifestar falta de bienestar al permanecer solos, la compañía constante incrementó su dependencia de las personas del grupo favoreciendo la aparición de inquietud, vocalizaciones, destructividad, eliminación de orina o heces en lugares no adecuados, lesiones autoinfligidas por lamido, mordida o rascado, o por buscar escapar cuando ellas se ausentan del hogar períodos variables de tiempo; el saludo excesivo con excitación, saltos, corridas, gemidos, ladridos, etc. suele sumarse a lo anterior. Lamentablemente, estos signos que muestran exceso de dependencia, frecuentemente expresado con tres palabras “es mi sombra”, pocas veces inducen la consulta con el veterinario, salvo por destructividad importante o quejas de los vecinos por ruidos molestos, pocas veces se busca la atención del veterinario por la falta de bienestar del animal.
La cuarentena también cambió la frecuencia y características de salidas con el can, que no tendrían que tener como única función la eliminación ya que el paseo facilita la exploración y la relación con aquellos de su especie y otras. Estas salidas se redujeron en tiempo y distancia, evitando plazas o parques, por calles con poca circulación de gente y vehículos, y sin posibilidad de interacción con congéneres; la nueva modalidad dificultó las relaciones sociales imprescindibles para favorecer la buena convivencia en especies gregarias como la canina favoreciendo la instalación o agravamiento de miedos diversos y agresión intra e interespecífica.
Así mismo, durante estos meses se sumaron perros y gatos a la familia, muchas veces sin meditar lo favorable o no de la decisión.

Cuando se agranda la familia

Acerca de la incorporación de adultos provenientes de la calle o refugios, es posible que muchos fueran previamente abandonados a su suerte en la vía pública; es importante considerar que la mayor causa de abandono de animales de compañía es por comportamientos indeseables para la convivencia, ya sean estos comportamientos normales para la especie o síntoma de enfermedades de conducta. Es necesario darle tiempo para que se adapte al nuevo hogar y brindarle los recursos necesarios para la especie, evitando mensajes ambiguos y malos tratos que predisponen a temores, ansiedad y agresividad. La evaluación conductual preventiva realizada por el veterinario es útil para detectar comportamiento problema y conocer cómo interactuar con él para evitar futuros conflictos asegurando la permanencia del animal en el hogar; en el caso de gatos adultos que vivieron toda su vida en la calle es difícil que puedan adaptarse a vivir en familia. Si el adoptado es cachorro, la falta de salidas y contactos sociales durante estos meses mermaron su posibilidad de socializar con personas y con otros de su especie, fundamental para el perro, y de habituarse a ruidos y movimientos de la calle (colectivos, motos, vehículos, bicicletas, gentío, grupos de perros…). La falta de este aprendizaje temprano también favorece la aparición de miedos y agresividad, por lo que también es importante consultar con el veterinario para minimizar los riesgos de las deficientes estimulación temprana y socialización.

Nueva normalidad

Cuando todo pase y las personas aumenten el tiempo lejos del hogar, la vida del animal de compañía volverá a cambiar y se verá afectado por la nueva normalidad.
Los gatos pueden relajarse al recuperar parte de su espacio y tiempo, los problemas de apego son raros pero no imposibles, es importante respetar su repertorio conductual y enriquecer su ambiente. Respecto del perro, la compañía permanente durante meses complicará a todos pero más aún a aquel muy dependiente; para minimizar riesgos es importante durante el tiempo que resta de cuarentena, organizar sus horarios de comida, y de paseos y juegos acordes a los que luego tendrá, buscar que esté aislado ciertos momentos del día, evitar compartir la cama durante el descanso nocturno, y organizar salidas de la casa de diferente extensión, para que permanezcan sin compañía, mientras se le ofrecen actividades lúdicas mediante enriquecimiento ambiental, sensorial y ocupacional.
Hay que considerar que durante varios meses fue escaso el movimiento en la vía pública. Aquel perro temeroso en la calle puede resistirse a salir, intentar escapar o mostrar agresividad al pretender colocarle el pretal y correa. En el paseo, puede mostrarse inquieto y permanecer atento a lo que sucede a su alrededor, empacarse y no avanzar, y manifestar conductas agresivas mediante saltos y tarascones hacia desconocidos, personas o perros. Es necesario buscar horarios tranquilos, y lugares con poco tránsito vehicular y movimiento de personas, y consultar al veterinario para que luego del examen clínico etológico y el diagnóstico, diseñe un plan de tratamiento para el paciente para implementarlo cuando aún no se vuelve a la vida anterior a marzo.
En estos meses aumentaron las consultas de clínica ya que las personas notaron ciertas condiciones en el perro o el gato que antes les pasaban desapercibidas por estar menos tiempo en casa. Además el exceso de uso de productos irritantes para la limpieza favoreció muchas lesiones en la piel de los animales.
También el nuevo mundo facilitó la aparición y/o incrementó la severidad de comportamientos problema del perro y gato relacionados al distrés, aumentando las consultas de etología clínica por lesiones autoinfligidas en la piel, eliminación inadecuada de orina o heces, destructividad, vocalizaciones, ingestión de sustancias no alimenticias, por agresiones mediante mordidas y arañazos en casa y el exterior…, muchos de estos, síntomas de enfermedades conductuales.
El buen comportamiento del animal de compañía es signo de salud física y emocional, si no es equilibrado evidencia la necesidad de consultar al médico veterinario para que investigue a fondo qué le sucede y actuar lo antes posible para recuperar su bienestar y así el de las personas y otros animales que conviven con él.

*M. V., Especialista en Etología Clínica en Pequeños Animales CPMV
Especialista en Clínica Médica de Pequeños Animales, FCV UBA
vaisilvia@yahoo.com.ar
011-4701-4366

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