¿Cómo abordar y afrontar el maltrato y el hostigamiento?


La gestión emocional ante estas situaciones es clave, tanto como el autoconocimiento y saber pedir ayuda.
Redactora
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Lamentablemente, es cada vez más frecuente enterarse de casos de violencia y de hostigamiento hacia los veterinarios parte de los tutores de animales de compañía… sus clientes.
El fenómeno, que parece haber escalado en los últimos tiempos, se viene abordando desde distintas entidades vinculadas a la profesión veterinaria en Argentina y otros países de la región, generando no sólo consejos de autocuidado, sino también protocolos para aquellos casos en los que es preciso acudir a fueros legales.
Lo cierto es que “las facultades de veterinaria tienen la materia pendiente de educar en gestión emocional», consideró la presidenta del Colegio de Veterinarios de Entre Ríos, la MV Carolina Lell, quien vivió en carne propia hostigamiento y amenazas reiteradas, lo cual la llevó a acudir a la Justicia.
Luego de tres años, la profesional (que también es secretaria de la Federación Veterinaria Argentina), obtuvo un fallo a su favor. Pero este logro, inédito en el país, de ninguna manera compensa los momentos de angustia, miedo y el desgaste emocional que padeció en ese período.
Protocolo de acción
De allí que Lell, junto a otros colegas se lanzó a la tarea de organizar charlas para veterinarios, difundiendo no sólo recomendaciones para el fortalecimiento de la autoestima y la concientización sobre el cuidado personal, sino el mismo protocolo que ella siguió en su caso:
- Frente a un agravio (“escrache de violencia”), el profesional veterinario debe tomar capturas del posteo y conservarlo.
- Con esta prueba debe acudir a un escribano público para que labre un acta notarial
- Luego, a través de un abogado, debe enviarse una carta documento al agraviante, exigiendo que se retracte de sus dichos.
- Si esa gestión no resulta, se acude a una mediación judicial.
- En caso de que ésta fracase, la cuestión pasa a juicio.
Carolina Lell recibió no sólo la razón de parte de la Justicia, sino un resarcimiento económico por parte de sus acosadores. Pero lo más importante fue el aprendizaje de vida y su determinación a enfrentar la situación sin miedo. Y ello es lo que precisamente quiere trasladar a sus colegas.
«Solo un 28% de los afectados ha tomado medidas frente a la violencia sufrida.»
Tiene solución
Concretamente, ante un escrache de violencia o ciberacoso, el gran temor que surge en los profesionales es el desprestigio, especialmente en poblaciones reducidas donde todos se conocen, y lógicamente a la pérdida de clientes.
Si bien confrontar a los acosadores desde el ámbito legal lleva todo un proceso y por ende, tiempo, paralelamente se pueden iniciar una serie de acciones con respecto a la “huella digital” que queda, en caso de que los agravios no sean borrados voluntariamente.
Tal es el caso, por ejemplo, de las reseñas en Google, cuya baja se puede tramitar sin mayores inconvenientes, máxime si hay una acción legal de por medio. Lo mismo atañe a Facebook e Instagram y demás redes sociales.
Para ello, los colegios de veterinarios brindan el asesoramiento correspondiente, además del respaldo institucional, legal y moral de sus matriculados.
No a la violencia
Así reza el lema de la campaña encabezada por el Colegio de Veterinarios de la Provincia de Buenos Aires (CVPBA), que desde 2018, trabaja activamente a través del Observatorio Nacional de Violencia Veterinaria “Dr. Carlos Bulgarella”, con el objetivo de visibilizar y concientizar sobre las diversas formas de violencia que enfrentan los veterinarios.
Dicho observatorio da cuenta de que “más del 60% de los veterinarios matriculados han experimentado algún tipo de violencia en su ejercicio profesional. La forma más común de violencia es la violencia verbal, un 81% de los encuestados reportando insultos, amenazas e intimidaciones”.
Además, “un 9% de los veterinarios ha sido víctima de violencia tecnológica, como escraches en redes sociales y difamaciones, mientras que un 10% ha experimentado otros tipos de violencia, como robos o discriminación profesional”.
Solo un 28% de los afectados ha tomado medidas frente a la violencia sufrida, lo que refleja una falta de recursos y apoyo para enfrentar estas situaciones. Asimismo, un 65% de los encuestados desconoce los protocolos institucionales para actuar frente a los escraches y difamaciones, lo que destaca la necesidad urgente de difusión y capacitación sobre estos procedimientos.
Hacer frente al “enemigo interior”
Desde la perspectiva psicológica y emocional, “es necesario conocer a nuestro ‘enemigo interior’, para hacer frente a los escraches de violencia y la falta de valoración de nuestra profesión, el ninguneo de los tutores”, señaló el MV Enrique Marín, docente, cirujano, orientador en autoanálisis personal y empresarial y formador de equipos de trabajo.
Y no sólo a eso, sino a los problemas en los que suelen caer los veterinarios, como la consagración de su vida al ejercicio (dejando de lado una vida propia), falta de autoestima, síndrome de simpatía (converger en el dolor con el paciente), incapacidad de una correcta gestión financiera y todo aquello que genera un cúmulo de estrés y frustración en el profesional.
Marín coincide con Lell en que desde la Facultad “no salimos formados para afrontar la presión de la atención de pequeños animales. La formación debería no sólo ser científica, sino emocional y financiera”.
De allí que el asesor recomienda identificar el “enemigo interior”, que reside en la mente egoica, es decir, “aquella que no vive en el presente (desapego), sino en el pasado (depresión) y en el futuro (ansiedad)”.
«“La formación debería no sólo ser científica, sino emocional y financiera”.»
Claves para salir adelante
Marín invita a los colegas a identificar sus propias emociones para poder gestionarlas, y apelar a la inteligencia emocional y a la empatía (escucha activa), de manera que el contacto con el público no termine afectando la salud.
También considera que “es fundamental volver a la tribu”, es decir, formar equipos de trabajo y no ejercer en soledad porque ello “es una condición antinatural en el ser humano”. De allí que su consejo es “formar grupos de colegas para reunirse cada diez días y abordar estos temas emocionales que nos afectan, o también para convocar, por ejemplo, a un asesor financiero o científico, según las necesidades. El gasto no será tan importante si se distribuye entre varias personas”.
Lo importante es “perder el miedo a perder” y “moverse, para generar cambios positivos”, resumió Marín. Y por supuesto, ante cualquier síntoma de apatía, burnout, estrés o depresión, pedir ayuda sí o sí.
Valorar la profesión y la vida
Según Marín, a la hora de autoevaluarse, el médico veterinario debe preguntarse en primer lugar: ¿Tengo vocación? ¿Sigo con el mismo amor que sentía cuando era estudiante? Y si la respuesta es negativa, “es lógico que nuestro estrés sea el doble o el triple de lo normal, porque ejercer sin vocación es algo muy fuerte”.
En ese sentido, Lell consideró que la falta o pérdida del estímulo profesional “es muy triste, porque la profesión veterinaria es hermosa, apasionante y deberíamos disfrutarla con alegría”.
Sin embargo “hay colegas que llegan a los 50 años y ya no quieren seguir ejerciendo. Lo hacen porque no les queda otra. Tenemos que querernos a nosotros mismos y entender que no está bien consagrar nuestra vida al trabajo”, enfatizó la presidenta del Colegio de Veterinarios de Entre Ríos.
En el fragor del día, entre urgencias, atenciones y guardias, “muchos se pierden, no otorgan la importancia que merece su persona y su familia. Además de cansados, algunos terminan mal, por ejemplo, caen en adicciones”, observó Lell. Y en casos extremos, se abandonan y se dejan ir.
La profesional consideró que, en principio, “identificar que hay un problema ya es un montón. Y a continuación, hay que aprender a pedir ayuda cuando se la necesita, sin esperar a llegar a esos extremos”.