Autolímites responsables: la clave para una práctica veterinaria saludable


Escribe Guadalupe Gallo
MV y Coach ontológica
guadalupe.egallo@gmail.com
Analizamos distintos escenarios cotidianos en los cuales muchas veces es necesario poner límites para fomentar el cuidado de la clínica, pero también de los profesionales.
En la medicina veterinaria, la vocación de servicio está profundamente arraigada. Nos formamos para dar respuestas, para estar disponibles, para aliviar el sufrimiento. Sin embargo, esa misma entrega que nos impulsa, muchas veces puede convertirse en una trampa si no aprendemos a establecer límites claros y saludables.
Poner límites no es cerrar puertas. Es cuidar el vínculo desde un lugar más justo, más humano y sostenible. Es, en definitiva, un acto de amor propio, pero también de profundo profesionalismo.
El límite como herramienta de cuidado
Los profesionales de la salud en general hemos sido educados y formados para el cuidado del otro, no para el autocuidado, por esta razón los límites suelen ser malinterpretados.
Se los asocia a la frialdad, al egoísmo o incluso a la falta de compromiso. Pero la realidad es otra: los límites bien planteados permiten que el vínculo con el cliente sea claro, sano y respetuoso. Y, además, nos protegen del desgaste emocional, la sobrecarga y el tan temido burnout.
Poner límites no significa decir que no a todo, sino definir con responsabilidad hasta dónde puedo, quiero y debo estar disponible para sostener mi trabajo sin perjuicio de mi salud.
Escenarios cotidianos donde los límites son necesarios
Veamos algunos ejemplos concretos que todos los veterinarios vivimos en la práctica diaria:

• Atención por WhatsApp: Este canal, si no es bien gestionado, se convierte rápidamente en una vía informal de consultas no remuneradas. Establecer horarios de atención, utilizar mensajes automáticos y derivar a turnos formales es fundamental para evitar el desgaste y preservar la calidad de la atención.
• Consultas “robadas”: “Ya que estamos, te hago una preguntita…” Es una frase habitual que muchas veces antecede a minutos (o incluso horas) de atención gratuita fuera del encuadre profesional. Es importante reconocer el valor de nuestro tiempo y saber redirigir ese tipo de demandas a una consulta formal.
• Llamadas o mensajes fuera de horario: Ser veterinario no implica estar disponible 24/7. La atención a deshoras, cuando no se trata de emergencias, afecta nuestro descanso y nuestra salud mental. Comunicar claramente los horarios disponibles —y respetarlos— es esencial.
• Tiempo de descanso y trabajo: Muchas veces relegamos nuestras pausas en función de la demanda. Pero descansar no es un lujo, es una necesidad. No hay calidad en la atención si no hay equilibrio en quien la brinda.
• Dirección de la consulta: Los veterinarios somos quienes dirigimos la consulta, no los clientes. Escuchar, empatizar y contener no significa hacer lo que el otro quiere, sino lo que el paciente necesita. El encuadre clínico también es un límite necesario.
• Cobranza y claridad en los honorarios: Hablar de dinero sigue siendo incómodo para muchos colegas. Pero cobrar por nuestro trabajo no es un acto de avaricia, sino de responsabilidad y valoración. El valor de una consulta debe ser comunicado con claridad, anticipación y sin culpa.
Ser veterinario no implica estar disponible 24/7.
¿Por qué nos cuesta tanto?
La dificultad para poner límites suele estar ligada a mandatos, creencias y miedos: miedo a parecer poco empáticos, a perder clientes, a incomodar, a quedar como “el veterinario que no tiene ganas”. Pero ser profesional también implica hacerse cargo de uno mismo.
Seamos responsables
La responsabilidad entendida en los términos de “habilidad de responder”, habla no solo de responder por las obligaciones de nuestra labor, sino de responder a nuestras propias necesidades y demandas, y esto solo depende de nosotros
Dejar de poner la responsabilidad de la falta de límites en el otro, nos convierte en los verdaderos creadores de la realidad que queremos. Los límites siempre comienzan por nosotros.
No somos recursos infinitos.
Somos personas que sienten, se cansan y necesitan cuidarse para poder cuidar.
¿Cómo empezar a poner límites verdaderos?
1. Definí tus no negociables: Horarios, canales de atención, tiempos de respuesta.
2. Comunicá con claridad: Anticipate. Lo que no se comunica, se malinterpreta.
3. Sostené el límite, incluso si genera incomodidad. Con el tiempo, se transforma en respeto.
4. Diferenciá lo urgente de lo importante. No todo lo que llega por WhatsApp es emergencia.
5. Creá protocolos de comunicación interna y externa. Esto ayuda al equipo y al cliente a manejar expectativas.
6. Se responsable. Asumir que sos el principal actor para modificar tu realidad es fundamental para aplicar estos cambios.
La medicina veterinaria es una profesión hermosa, pero exigente. Nos involucra emocionalmente, nos interpela, nos pone al límite. Y justamente por eso, necesitamos aprender a sostenernos. No podemos cuidar si estamos desbordados.
No podemos sostener si estamos cayendo. No podemos exigir límites, si primero no conocemos cuáles son los nuestros.
Poner límites no te aleja de tus pacientes ni de sus tutores. Al contrario: te permite estar presente con más calidad, más foco y más bienestar.
Porque cuando vos estás bien, tu práctica mejora, tu vínculo con los clientes se fortalece, y tu propósito profesional encuentra un lugar donde florecer.