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Respirar, pensar y crear: ¿cuál es la inteligencia que más vale hoy en la veterinaria?

Luciano Aba
Editor de Mi Negocio Veterinario
luciano@minegocioveterinario.com

Liderar desde la emoción es tan estratégico como saber cobrar bien por los servicios. En un mundo complejo, la inteligencia emocional es una herramienta de supervivencia profesional.

Una sala de espera llena. Un perro inquieto. Una clienta con tono de reproche. Dos mensajes en el grupo de Whatsapp del equipo. Una cirugía programada. Un distribuidor en la puerta. Y un amigo que te pregunta si vas a poder juntarte el finde… ¿Te suena?
Estar al frente de una veterinaria, una clínica o un hospital veterinario, implica hoy mucho más que atender consultas, vacunar animales y completar historias clínicas. Implica liderar.
Liderar personas, negocios y emociones… en simultáneo.
Ahí es donde entra en juego algo que quizás no aprendimos en ninguna Facultad: la inteligencia emocional.

¿Qué es la inteligencia emocional y por qué importa tanto?

La inteligencia emocional no es un concepto nuevo, aunque sí es cada vez más necesario. Fue el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, a mediados de los ’90, quien la popularizó con una pregunta incómoda: “¿Por qué hay personas brillantes académicamente que fracasan en su vida profesional o personal?”
La respuesta es que hay otras formas de inteligencia, más allá del coeficiente intelectual. La emocional, por ejemplo, es la capacidad de reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás. Y no se trata de evitar sentir, sino de aprender a sentir mejor.
Porque una cosa es enojarse… Y otra muy distinta, es dejar que ese enojo arruine un diagnóstico, un vínculo o una jornada entera.
El neurocientífico argentino Estanislao Bachrach, gran divulgador en este campo, suele decir que “la emoción es el pegamento del pensamiento”.
Es decir: no podemos pensar sin sentir.
Pero podemos aprender a dirigir nuestras emociones hacia dónde queremos que vayan. Eso, ni más ni menos, es desarrollar inteligencia emocional.

Uno de los desafíos es liderar personas, negocios y emociones, todo en simultáneo.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la veterinaria? Muchísimo. Porque la veterinaria de hoy no es solo una ciencia, ni solo una pasión o una vocación.
Es una profesión atravesada por vínculos: con los tutores, con los colegas, con los animales… y con uno mismo.
Y ahí aparece un fenómeno silencioso pero potente: el desgaste emocional.
Cada vez más veterinarios se sienten sobrecargados, agotados o culpables por no llegar a todo. La clínica exige. Los clientes exigen. El equipo exige. Y la familia y los amigos… también. ¿El resultado? Profesionales súper formados que, sin embargo, sienten que están fallando.
¿La causa? Muchas veces no es falta de conocimiento técnico, sino falta de otro tipo de herramientas.

¿Cuál es la inteligencia que más vale hoy en la veterinaria?

Cuando hablamos de inteligencia en el ejercicio profesional, muchos piensan en números, cálculos, decisiones frías, planos estratégicos, presupuestos.
Todo eso entra en lo que podríamos llamar la inteligencia para administrar un negocio. Y claro que es necesario. Sin esto, no hay rentabilidad, ni previsión, ni posibilidad de crecer. Y florece la frustración. Pero en un consultorio donde entran personas cargadas de ansiedad por lo que le pasa a su animal, donde los equipos atraviesan crisis internas, y donde el líder también tiene que lidiar con sus propias emociones… Solo con inteligencia comercial no alcanza.
Ahora bien, en los últimos años irrumpió una tercera dimensión: la inteligencia artificial. Automatizar tareas, agilizar respuestas, organizar agendas, incluso sugerir diagnósticos o interpretar datos clínicos.
Cada vez más veterinarios están probando herramientas digitales para “liberar tiempo”, optimizar recursos y trabajar mejor.
Entonces, la pregunta no es solo cuál de estas inteligencias es más importante. ¿Cómo las articulamos para que se potencien entre sí y no se vuelvan una carga más?
La respuesta —si te sirve como punto de partida— no está en elegir una sola, sino en reconocer cada una es necesaria y cómo equilibrarlas.
• La inteligencia para administrar sirve para sostener el negocio y tomar decisiones.
• La inteligencia artificial puede ayudar a automatizar lo que no necesita intervención humana.
• Y la inteligencia emocional te permite gestionar lo más valioso: las personas y sus emociones.
Porque el día que un cliente se va conforme, un animal mejora, y tu equipo te dice gracias por acompañarlos… no fue solo por lo que sabés, ni por lo que hiciste. Fue por cómo lo hiciste sentir.

Respirar. Pensar. Crear

Decíamos al principio que liderar una veterinaria hoy implica mucho más que saber medicina.
Implica lidiar con emociones propias y ajenas, tomar decisiones difíciles, adaptarse al cambio, y, encima, estar bien.
¿Es posible? Sí. ¿Es fácil? No.
¿Vale la pena? Siempre.
Para eso, proponemos tres movimientos simples pero poderosos que podés empezar a practicar desde hoy mismo:

Respirar: pausar para tomar perspectiva

No hace falta meditar una hora, ni aislarse del mundo. Solo hace falta detenerse unos segundos antes de responder, actuar o decidir. La respiración consciente —aunque sea una sola inhalación y exhalación profunda— activa tu corteza prefrontal, esa parte del cerebro que te ayuda a elegir mejor, con menos impulsividad y más claridad.
• Antes de contestar un mensaje enojado.
• Antes de decirle algo al equipo.
• Antes de pasar a la siguiente consulta.
Respirá. No como un lujo… sino como una necesidad.

Un pilar estratégico en la veterinaria de hoy

La gestión de una veterinaria hoy es un desafío que va más allá de la medicina, apunta a compartir el liderazgo de personas, negocios y emociones simultáneamente.
La inteligencia emocional, definida como la capacidad de reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás, se vuelve crucial ante el desgaste emocional que enfrentan muchos profesionales.
No se trata de evitar sentir, sino de aprender a «sentir mejor» y dirigir las emociones para evitar que afecten diagnósticos o vínculos.

Pensar: dar lugar al pensamiento flexible

Muchos veterinarios se formaron bajo la lógica del “todo o nada”, del protocolo, del paso a paso inamovible.
Pero los negocios, las personas, los equipos… no siempre siguen un guion.
Pensar flexible es entrenar el músculo de la creatividad y la innovación, incluso ante lo inesperado.
• ¿Se cayó un proveedor? Busque alternativas sin perder la calma.
• ¿Un cliente se enoja? Escúchalo antes de reaccionar.
• ¿Tu equipo se desmotiva? Reformulá metas, compartí desafíos, abrí el diálogo.
Como dice Estanislao Bachrach: «La creatividad no es un don, es una decisión. Y empieza cuando te animás a cambiar una creencia».

Crear: construir desde lo que te hace bien

No hay una receta mágica, pero sí un punto en común entre los veterinarios que logran sostenerse en el tiempo: crean rutinas, espacios y formas de trabajo que se alinean con su bienestar.
• Algunos delimitan horarios y aprenden a decir que no.
• Otros redefinen su propuesta de valor para atender menos consultas y dar más calidad.
• Algunos delegan, otros priorizan, otros automatizan.
Lo importante es entender que crear no es solo inventar cosas nuevas, sino construir un entorno donde puedas sostenerte.
Y eso se logra cuando integras todas tus inteligencias —la racional, la emocional y la artificial— en función de un mismo objetivo: estar bien para hacer el bien.

Para cerrar: una invitación

En un mundo cada vez más complejo, donde los clientes son más exigentes, los recursos más escasos y los desafíos más emocionales, el veterinario que no entrena su inteligencia emocional se desgasta.
Y no hablamos de convertirnos en gurú de la autoayuda.
Hablamos de ser conscientes de lo que sentimos, de cómo lo comunicamos, y de cómo eso impacta en nuestro entorno profesional y personal.
Ser líder hoy es una tarea emocional.
Y como toda tarea, se puede aprender, se puede practicar y se puede mejorar.

Crear no es solo inventar cosas, es construir un entorno donde puedas sostenerte.

En Mi Negocio Veterinario creemos que la clínica no se transforma solo con nuevas herramientas, sino con nuevos enfoques. Y que liderar desde la emoción —con respeto, con empatía, con perspectiva— es tan estratégico como saber cobrar bien lo que vale tu servicio.
Entonces, antes de abrir la veterinaria mañana, antes de contestar el próximo WhatsApp, antes de cargar la próxima vacuna, respirá. Y preguntate qué inteligencia quieres usar para liderar mejor? Todas, ¿no?

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