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Editor de Mi Negocio Veterinario
luciano@minegocioveterinario.com
La realidad económica argentina no da tregua. Lo que hasta hace unos meses parecía terreno firme para las veterinarias de animales de compañía, hoy empieza a mostrar grietas: el amor de las familias por sus perros y gatos sigue intacto, pero los bolsillos ya no responden de la misma manera.
El gasto en salud y bienestar animal, que solía estar por encima de otros rubros, comienza a ajustarse. Y esa reducción se siente directamente en la facturación de las clínicas.
Las consultas bajan, las ventas de productos se ralentizan y muchos dueños de veterinarias advierten que, aun con mucho esfuerzo, los números ya no cierran como antes. En este escenario, es clave no dejarse llevar solo por la inercia del día a día. Porque cuando “el zapato aprieta”, lo peor que se puede hacer es quedarse quieto.
La primera tarea es ser proactivos: pensar campañas de estación, aprovechar la primavera para generar chequeos preventivos, desparasitaciones, vacunaciones, packs de diagnóstico o charlas abiertas que activen la agenda de los clientes.
El que se queda quieto, pierde.
Que quienes ya confían en la clínica vuelvan al menos una vez más de lo habitual. Que quienes nunca entraron, encuentren una buena excusa para hacerlo.
Pero ser proactivo en las ventas no alcanza si no revisamos, al mismo tiempo, el otro lado de la ecuación: los gastos.
Es hora de actualizar el punto de equilibrio real de la empresa, con las cifras de hoy. ¿Cuánto representan los salarios —incluido el
del propio dueño— con cargas sociales? ¿Qué peso tienen alquiler, servicios, mantenimiento? ¿Qué pasa con los insumos médicos, los impuestos y los costos financieros? Saber cuánto necesitamos facturar para cubrir todo, sin maquillajes, ni autoengaños, es el único punto de partida válido para decidir.
En veterinaria, como en cualquier empresa, rentabilidad no significa ganar mucho, sino evitar perder en silencio.
Y eso solo se logra con información concreta. Revisar los egresos, detectar ineficiencias, renegociar con proveedores o eliminar gastos que no aportan valor es tan importante como sumar consultas.
El desafío, entonces, es doble: salir a buscar a los clientes con propuestas claras y ordenarse puertas adentro para que cada peso cuente. No se trata de elegir entre vender más o gastar mejor; se trata de hacer ambas cosas al mismo tiempo.
Desde Mi Negocio Veterinario sabemos que no hay recetas mágicas. Pero sí hay un camino: medir, planificar y actuar. Quienes se animen a hacerlo tendrán más chances de sostener su clínica en este contexto adverso y de prepararse para cuando la rueda vuelva a girar. Porque va a girar. Y los que lleguen con orden, van a estar en mejor posición para aprovecharlo.




