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¿Se puede hablar poco y decir mucho?

Los invitamos a actualizarse mediante distintas bibliografías como la de Ron Hoff en su libro “Dígalo en seis minutos”, una propuesta didáctica con claves para ordenar las palabras con las que se transmiten ideas en público.

¿Se puede hablar poco y decir mucho?A partir de esta edición, comenzaremos a compartir con ustedes algunas recomendaciones en cuanto a libros impresos y digitales que pudieran ser de interés para avanzar en una mayor actualización profesional también en temas de Management.
En esta oportunidad, nos focalizaremos en la publicación “Dígalo en seis minutos” del norteamericano Ron Hoff, quien aborda un problema que todo el mundo detesta: perder el tiempo dando u oyendo interminables e ineficaces monólogos tanto en el ámbito laboral, como en el personal.
Se trata de una idea realmente novedosa en el mundo de los discursos.
Es rápido, visual y divertido, tal como deberían serlo las mejores disertaciones.
El libro trata acerca de la concisión en la oratoria. Según los críticos en la materia, la expresión “seis minutos” no es metafórica, sino que indica la cantidad exacta de tiempo que para el autor debe extenderse una presentación como la que el amigo lector puede hacer en una reunión, en un brindis de fin de año o en un congreso al cual ha sido invitado a disertar, por ejemplo.
“¿Han asistido a alguna reunión o presentación donde el orador tuvo por lo menos cinco oportunidades ideales para terminar, pero siguió hablando? ¿Cuántas veces vamos a reuniones lamentando perder tiempo en escuchar temas que no nos atañen, anécdotas que nada nos aportan y reflexiones vanas?”.
Estos y otros tantos interrogantes son los que fomentaron al autor a describir una serie de situaciones con las que muchos se verán identificados y por ende estimulados a leer lo que sigue con fruición.
El concepto central sobre el que debe ser estructurado un discurso breve en una reunión es el de “asunto candente”, el “para qué” de la reunión.
Cuando eso está claro, ciertos malos hábitos pueden ser eliminados porque no hacen al meollo de la cuestión: largas introducciones, pausas y muletillas inútiles, los chistes (sin que eso signifique renunciar al sentido del humor en la propia exposición), las anécdotas y los detalles que no terminan de ir al quid de la cuestión.
La estructura de un discurso de seis minutos, para Hoff, se compone de las siguientes partes: un tema candente, una opinión sobre el tema, un “clip” que sirve de “gancho” y concreta la idea propuesta para resolver el tema, un presupuesto y un cierre interactivo (es decir, con intercambio de opiniones).
Por supuesto, en ciertos casos el elemento “presupuesto” no es necesario, pero puede entendérselo, según los analistas, como la relación costo / beneficio que el orador debe explicar a los oyentes de manera de obtener una postura favorable a la propuesta.

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