¿Cómo leer al tutor del gato?
Analizar correctamente y comprender a este perfil de clientes ayuda a identificar qué están dispuestos a hacer por su mascota y así recomendar el mejor tratamiento posible. ¿Qué claves debemos considerar?
Directora de Dra. Luka Medicina Felina y Regenerativa
dralukat@gmail.com
Ya sea que se trate de pacientes míos, de esos que conozco desde el primer día, o derivados por colegas u otras familias, siempre trato de indicar todo lo que tenemos a nuestro alcance para la salud del gato: las pruebas diagnósticas, el trabajo multidisciplinario con otros colegas y, fundamentalmente, tratamientos específicos para felinos, desde los más tradicionales, hasta los más novedosos y modernos.
Es momento de pensar cuál es el mejor tratamiento y no cuánto ese tutor está dispuesto a invertir: debemos priorizar al paciente y su bienestar para luego -en todo caso-, buscar un plan B, sino pueden afrontarlo económicamente.
Planificar la terapéutica dependerá de cada caso particular, pero desde el primer momento debemos hacer hincapié en que intentaremos todo lo que tenemos a nuestro alcance para el paciente. A partir de allí, el paso siguiente es interpretar qué viene a buscar el tutor a nuestra veterinaria.
En base a mi experiencia, los tutores llegan de cuatro modos diferentes:
1. El curioso que, indagando y leyendo en las webs y redes sociales, encuentra que existe un especialista en medicina felina y quiere venir desde el día uno a tener otra experiencia de consulta.
2. El inquieto que no se queda tranquilo y quiere una segunda, tercera… cuarta opinión para el problema de su gato.
3. El que llegó por recomendación de la familia de un paciente nuestro.
4. El derivado por otro colega para que lo ayudemos en el caso particular.
La primera pregunta que necesitamos hacernos es: ¿qué viene a buscar?
Si vienen por primera vez, o derivados, la mayoría cumple una misma premisa: quieren saber si hay algo más para hacer con su gato, porque no quieren quedarse únicamente con la opinión de su veterinario (que quizás sea la misma que yo le daré oportunamente) o quieren ahondar con las consultas del caso, diagnóstico y, fundamentalmente, tratamientos que se podrían realizar.
Lo repetimos en cada ocasión: el tutor de gato es realmente especial, busca más alternativas, otras opiniones, está dispuesto a gastar e invertir más dinero en su gato, no solo en su bienestar y medicina preventiva, sino también en todo aquel tratamiento que esté a nuestro alcance. Y si no lo está, tratará y logrará conseguir (doy fe) hacerlo, incluso muchas veces, aunque nosotros no estamos tan de acuerdo.
La historia clínica
Una de las herramientas con las que contamos para descifrar al tutor es la historia clínica. Ese primer contacto, fundamental, puede surgir de un relato escrito, hablando, o a partir de los mails (sugiero que siempre lo ofrezcan como canal de comunicación antes que el teléfono). Insisto en darle prioridad a ese momento para armar una historia clínica ordenada: de allí salen muchas de las claves para el paso a paso en los diagnósticos y futuros tratamientos que se indicarán u ofrecerán más adelante.
Para todos, ¿todo?
No siempre, pero trato de que así sea.
Antes de hablar de tratamientos, y especialmente en gatos, debemos tratar de llegar al diagnóstico lo más claro y certero posible.
Es cierto que, la mayoría de las veces, nos damos cuenta rápidamente si ese tutor está dispuesto a avanzar en toda la ruta diagnóstica y lo que ello implica: nos referimos no solo al tiempo que debemos dedicar nosotros y la familia, sino también a los estudios que probablemente necesitemos, y los honorarios y costos que deberán afrontar.
En general, estos pacientes no suelen diagnosticarse con un simple análisis de sangre y tratarse con un antibiótico y corticoide. Eso ya es antiguo. La medicina del gato ha avanzado enormemente y requiere muchos más detalles en donde debemos detenernos a pensar, y también entender de qué tutor se trata.
A mí me pasa que mientras me cuentan la historia, me doy cuenta quién es para cada tipo de tratamiento y quién no.
Les comparto algunos ejemplos.
Los escépticos
Para pensar en indicar acupuntura a un gato trato primero de ver a ese tutor.
¿Es una persona abierta? ¿Será que le interesen las terapias alternativas?
Conocer un poco de su vida y entorno nos permite discernir si le ofrecemos un tratamiento como éste o si nos mirará asombrado y nos dirá: “Yo no creo en esas cosas, por qué le harían bien al gato”.
Otro ejemplo muy común en mi veterinaria es la fisiokinesioterapia para el dolor.
El tutor puede pensar: “Apenas si yo voy al kinesiólogo, ¿voy a ir para mi gato?”.
Los dispersos
Algo que nos sumará muchísimo es entender el lenguaje corporal o la forma en la que habla el tutor: ahí está parte de la clave.
Hay tutores a los que no les interesa escuchar, o que agarran el celular mientras les hablo, o que miran para otro lado, están apurados, parece desinterés. En esos casos trato de direccionar su atención con un “te muestro acá la receta”, “escúchame que te voy a contar los pasos a seguir” o “mirá: sabés que tuve un caso parecido hace poco de otro gato, ¡qué te parece si hacemos tal o cual cosa?”. Así a veces logramos captar su atención y que entiendan que tenemos cosas para hacer ya, para ayudar a ese gato.
Los que vienen por todo
Así como estos ejemplos nos limitan, otros nos sorprenden gratamente, como cuando nos dicen: “yo leí que usted trabaja con células madre para este caso, ¿lo podrán ayudar?”. O incluso hay quienes vienen buscando tratamientos con fármacos del exterior, hoy ya utilizados hace años contra el PIF, que se pagan en dólares y hacen un sinfín de cosas por las redes sociales para conseguir el dinero para afrontarlo. Y todos, absolutamente todos, lo logran.
Hay tutores que, desde el momento uno, sabemos que tenemos que ofrecerles todo lo que creemos necesario no solo porque lo necesita sino porque es lo que vienen a buscar.
A veces es la frase es tan simple como: “quiero que le hagas todo”.
Este es el tutor que me encanta porque es el que está dispuesto a llegar al final del diagnóstico o simplemente hará todo lo posible para acompañar al gato con el o los tratamientos que tengamos para ofrecer.
Y quiero repetir que no estamos hablando exclusivamente de dinero, ni honorarios.
La mayoría de las veces ese tutor que quiere que hagamos todo lo posible y más, es el que menos dinero puede invertir, pero quien hará todo lo posible por conseguirlo.
Reflexión final
Un punto importante en este proceso de “lectura” del tutor es que no debemos subestimarlo jamás (me ha pasado). Es él o ella quien seguramente hará o nos pedirá la ayuda necesaria para llegar al mejor resultado con nuestro paciente. Animémonos siempre a indicar y ofrecer cada cosa necesaria sin pensar en los gastos. Somos nosotros, los médicos, quienes debemos priorizar los diagnósticos y tratamientos antes que otras cuestiones independientemente de nuestra empatía.