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NOTA DE TAPA

La veterinaria, en diálogo con la Inteligencia Artificial

¿Puede haber una convivencia pacífica entre las partes? Abrazar el cambio, sacar provecho de la tecnología y usarla como una herramienta, también puede mejorar la atención de clientes y pacientes.

Guadalupe Varelli
guadalupe@minegocioveterinario.com

¿Por qué lo nuevo nos da miedo? Cada avance tecnológico supone para la humanidad oportunidades y también amenazas. Desde la revolución industrial del Siglo XVIII hasta hoy, cada innovación trajo grandes aumentos de la productividad, pero profundos cambios en nuestras formas de vida. ¿Por qué esta vez sería distinto?
La Inteligencia Artificial está en boca de todos. Los medios de comunicación, buscando llamar la atención cada vez más dispersa de los usuarios, se alimentan de ese miedo a lo desconocido e imprimen titulares escandalosos. Hablan de “trabajos en peligro de extinción”, “millones de puestos en riesgo”, “el Chat GPT viene por vos” o hacen listas de las profesiones más amenazadas.
El mundo veterinario no fue la excepción.
Hace pocas semanas nos sorprendimos con la noticia de que un chat generado por Inteligencia Artificial le había salvado la vida a un perro. Cientos de medios de todo el mundo repitiendo lo mismo. Pero ¿cómo puede un Chat intervenir en la salud de un animal? La respuesta: no puede.
Para resumir el caso, el dueño de un perro llevó a su mascota al veterinario, quien le realizó estudios y le diagnosticó una anemia producida por garrapatas. El perro recibió tratamiento, pero no mejoró. Cuando volvieron a la consulta, el veterinario no supo dar un diagnóstico y aconsejó -según dice este tutor- esperar para ver la evolución.
El hombre no se quedó conforme con la respuesta y acudió a ChatGPT4 en busca de soluciones. Siempre según el relato de este usuario en su cuenta de Twitter, se ocupó de cargar todos los resultados de los estudios a la aplicación y le pidió que le dijera qué mal aquejaba a su perro.
Luego de varias idas y venidas el ChatGPT4 sugirió que podría tratarse de una enfermedad autoinmune.
Con ese “diagnóstico” en la mano, el tutor acudió a un segundo veterinario quien coincidió en que ese podría ser el problema, indicó más estudios para confirmarlo y, entonces sí, le salvó la vida.

¿Quién salvó al perro?

El caso es interesante porque, según donde se ponga el foco, podemos llegar a conclusiones divergentes. Porque si bien es cierto que el chat ofreció una respuesta posible (entre otras), fue un veterinario quien indicó estudios y ofreció un primer diagnóstico y tratamiento, y fue otro veterinario quien también se valió de análisis específicos para confirmar la hipótesis e indicó el tratamiento adecuado.
Nada de todo lo que ocurrió podría haber sucedido sin la intervención de un profesional con las capacidades técnicas para evaluar y abordar lo que estaba sucediendo.
Y nada de lo que ocurrió podría haber sucedido sin tecnología, la misma que cambió profundamente el ejercicio de la veterinaria hasta llegar a ser como la conocemos hoy, con máquinas que realizan ecografías, radiografías, tomografías, análisis de sangre, orina, y tantas otras que ya son parte de la rutina diaria.
Entonces, ¿hay razones para temer?
La Inteligencia Artificial se caracteriza por ser una tecnología capaz de procesar gran cantidad de datos en muy poco tiempo, a una velocidad que una persona no podría, establecer relaciones entre ellos, y devolver una respuesta en un lenguaje que simula el humano. Es posible que haya trabajos que ya no sean requeridos, pero estamos completamente seguros de que la veterinaria no será uno de ellos.

¿Se puede resistir? Sí, con el riesgo de quedarse fuera del negocio al ser superado por quienes ofrecen respuestas más rápidas, precisas y confiables.

Es y será el veterinario el que intervenga sobre el cuerpo del paciente, el que indique la medicación adecuada, y el que se haga cargo y responsable de la evolución de cada cuadro. Y no solo eso. Es y será el veterinario el que reciba a un tutor angustiado, le haga las preguntas correctas, lo guíe y acompañe en el tratamiento de su mascota.
Porque inteligencias hay muchas, y la ética y la emocional no se tratan de procesar datos sino de establecer relaciones.

¿Por qué estamos hablando de IA en este momento?

En noviembre de 2022, Open AI lanzó una versión de prueba de su producto ChatGPT para testear la reacción del mercado. El éxito fue abrumador: llegó al millón de usuarios en los primeros cinco días. Para su desarrollo, se habían invertido hasta ese momento 100 millones de dólares.
Open AI, que nació como una organización sin fines de lucro, hoy es una empresa comercial. Su principal accionista es Microsoft, que proyecta invertir US$ 10.000 millones en los próximos años. Y no es el único gigante buscando ganar el mercado, IBM y Google están desarrollando sus propias plataformas y estarán muy pronto compitiendo por los usuarios/consumidores.
Vale la pena tener en mente estos números. La tecnología no llega de manera sorprendente a revolucionar nuestro mundo. Es un producto buscado, desarrollado, difundido por empresas y es por eso que estamos hablando de IA, porque es un negocio en expansión buscando instalar nuevas necesidades.
Sin ir más lejos, el tutor del perro que mencionamos anteriormente utilizó la versión ChatGPT4, la cual requiere una suscripción mensual para acceder.
La veterinaria no está exenta. Hay en el mundo al menos tres empresas que están desarrollando productos para ofrecer soluciones para el análisis de datos e imágenes médicas, el diagnóstico de enfermedades, la interpretación de resultados y la gestión de datos de salud, con el fin de mejorar la atención clínica (Ver recuadro).

En presente

Por futurista que parezca esta conversación, lo cierto es que no es realmente nada nuevo. Una búsqueda rápida en Google Scholar y podemos encontrar un artículo publicado en la Revista Argentina de Parasitología donde se describe la aplicación de tecnología que utiliza una red neuronal artificial para agilizar el registro de los parásitos Grillotia carvajal regorum en los tejidos de los peces hospedadores con una eficacia del 97%.
En las Memorias del II Congreso Binacional de Investigación, Ciencia y Tecnología de las Universidades del Sur del Ecuador y Norte del Perú un artículo reseña el uso de redes neuronales como técnica de solución al diagnóstico de enfermedades infecciosas del ganado vacuno donde en los 33 casos de prueba el sistema inteligente generó un resultado igual al emitido por el médico en un 100%.
¿Uno más? Un artículo disponible en la web de la Universidad del Valle (Colombia) analiza dos sistemas expertos que se basan en estrategias de inteligencia artificial para buscar la solución más acertada en cuanto al diagnóstico de enfermedades de los caninos.
En el ámbito de la clínica diaria, la Inteligencia Artificial también está presente.
Cada vez más profesionales recurren al Chatbot, herramienta que simula conversaciones para poder dar respuestas rápidas a las consultas virtuales de los clientes.
La versión gratuita de ChatGPT, que ya es usada por los tutores para consultar sus dudas, elaborar hipótesis y “diagnosticar” a sus mascotas antes de llegar a la veterinaria, es una versión un poco más elaborada que el “Dr. Google” con el que los veterinarios conviven desde hace años. Esa misma herramienta puede ayudar a crear respuestas predeterminadas, escribir mensajes sencillos y ayudar con la redacción de las tantas instancias de comunicación abiertas con los clientes a través de redes sociales, correo electrónico y mensajería instantánea.

Resistir, convivir, abrazar

El escenario está planteado. La actitud que cada uno adopte ante los cambios lo ubicará en una posición más o menos ventajosa en el negocio veterinario que se está perfilando.
En breve habrá aplicaciones de inteligencia artificial para, entre otras cosas:
• Procesar gran cantidad de datos y reconocer patrones complejos que permitan llegar a diagnósticos más precisos.
• Predecir enfermedades antes de que se manifiesten clínicamente, permitiendo un abordaje temprano y una mejor recuperación.
• Analizar datos de salud de los animales para ayudar a los veterinarios a crear planes de tratamiento personalizados basados en la historia clínica y genética del animal.
¿Se puede resistir? Sí, claro, con el riesgo de quedarse afuera del negocio al ser superado por quienes ofrecen a sus clientes respuestas más rápidas, precisas y confiables.
Otra alternativa es la convivencia pacífica, y sumarse a una tendencia cuando ya está completamente instalada y demanda por los clientes. Por último, está la opción de abrazar el cambio, sacar provecho de la tecnología y usarla como herramienta para brindar la mejor atención a los clientes y a los pacientes.

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